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El ginkgo, árbol insigne en medio de la crisis de Fukushima

El fantasma de una nueva hecatombe nuclear ha puesto al mundo entero en alerta mientras el ginkgo, un árbol milenario que resistió el bombardeo atómico, es una muestra de la templanza japonesa en tiempos en que se hacen comparaciones erradas. Sepa por qué.

Ya han transcurrido más de 15 días desde que algunos reactores de la planta nuclear de Fukushima manifestaron su fragilidad y dejaron escapar peligrosas nubes con vapor radioactivo. Pero a pesar de lo grave que puede ser esta emergencia nuclear, comparar la situación que atraviesa Fukushima con lo sucedido hace ya 65 años en Hiroshima está fuera de contexto.

El 6 de agosto de 1945, Estados Unidos decide lanzar una bomba atómica de aproximadamente 13 kilotones contra su enemigo japonés, llevando a cabo el primer bombardeo atómico de la historia. La fuerza destructora de un kilotón equivale a mil toneladas de TNT; multipliquen eso por 13, súmenle radioactividad y obtendrán la bomba de Hiroshima.

El calor que generó la explosión

Ginkgo

de Hiroshima elevó la temperatura a tal punto que creó el infierno en la Tierra, causando destrucción total en un radio de 2 kilómetros a la redonda y dejando que 70.000 almas se evaporaran al instante y otras 70.000 cayeran meses después debido a las quemaduras y a los efectos de la radiación. Este evento no se puede comparar con Fukushima, porque fue una acción premeditada de guerra que buscó atemorizar al imperio japonés eliminando población civil a destajo.

Foto: hiroshima.blog.ocn.ne.jp

El ginkgo es conocido como el árbol de los 40 escudos.

A pesar de la indolencia del ataque estadounidense, a poco más de un kilómetro del punto donde reventó la bomba de Hiroshima, se encontraba un tranquilo personaje que se transformaría en una verdadera leyenda al sobrevivir a esta terrible explosión: el ginkgo.

El ginkgo es un árbol milenario, de origen oriental, considerado un verdadero fósil viviente. Los estudiosos cuentan que probablemente haya dado de comer a los dinosaurios, sobreviviendo hasta nuestros días gracias a su increíble capacidad para resistir plagas, enfermedades y niveles de polución que harían desaparecer a otras especies.

Tal es su resistencia extrema a la adversidad, que logró sobrevivir a la bomba atómica y su radiación, volviendo a florecer entre las cenizas de Hiroshima tiempo más tarde. Hoy este ginkgo descansa orgulloso en los jardines de un templo donde es ejemplo de supervivencia, siendo considerado por la población japonesa como un verdadero “portador de esperanza”.

Su resistencia al fuego y su fama de indestructible lo han transformado en un árbol muy utilizado en el paisajismo de múltiples templos, donde es posible verlos en sus alrededores como una protección física y espiritual que aleja a los demonios.

El ginkgo, también llamado el árbol de los 40 escudos por su impresionante resistencia, es estudiado por la medicina actual debido a sus múltiples cualidades terapéuticas. Aunque en la antigüedad ya era considerado una importante fuente de salud en la cultura india, china y japonesa, es hoy cuando sus compuestos han logrado ser estudiados con mayor profundidad hasta sintetizar medicamentos usados para combatir enfermedades que involucran el sistema cardiovascular y la memoria, entre muchas otras afecciones.

¡Las cosas de la vida!; un árbol que en su esencia es capaz de combatir los males asociados a la pérdida de memoria sobrevive a un holocausto atómico, como queriendo ayudarnos a que nunca olvidemos lo que sucedió en Hiroshima un 6 de agosto de 1945. Fukushima es un accidente, Hiroshima fue un genocidio, pero ambas tienen como protagonista la energía atómica. A lo mejor las comparaciones entre estos dos eventos no son las más apropiadas, pero igualmente nos recordarán por siempre los peligros asociados a la energía nuclear y el cuidado extremo que se debe tener al jugar con fuerzas que superan nuestra capacidad de comprensión y contención.

Fukushima no es Hiroshima, pero ojalá que la fuerza del ginkgo se transmita a todos los afectados de esta nueva crisis para que puedan volver a florecer y ser un nuevo símbolo de esperanza para Japón y el mundo.

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